viernes, 9 de diciembre de 2016

Mitología Wayúu Pulowi, la muerte, la sequía y la oscuridad

Carlos de Moya

Pulowi fue la esposa oficial de Juyá, a la cual abandona por su esterilidad. Pulowi era hija de Maléiwa y su padre le dio como reino la Guajira; así Pulowi queda atada a una tierra seca, por un lado fija y por el otro con su soplo (viento) que lleva solo polvo y calor o que hace que las olas golpeen con furia las costas Guajiras, así vinculada a la tierra y al mar, no es móvil, sino múltiple en aspectos.
Pulowi está asociada a la sequía. La sequía emana de la tierra. En los lugares donde se encuentra Pulowi hay siempre mucho viento y el viento, emanación de la tierra, es responsable de la deshidratación del suelo. Cerca de los lugares Pulowi hay siempre abundancia de plantas silvestres. Ahí se encuentran la bija, de la cual los guajiros hacen pintura y el maguey, del cual se utilizan sus fibras para trenzar. Como la Guajira es una tierra estéril, su vegetación es espinosa y fauna hostil. Pulowi está vinculada también al arcoiris y al final de las lluvias. Según los mitos, el arcoiris es la lengua o aliento de un gran dragón/serpiente, o el dragón mismo; una de las muchas formas de la diosa, que aparta a su marido finalmente de su lecho.
Los wayúu le han dado un sentido a la vida y muerte, y en este dualismo dominan el pensamiento Pulowi y Juyá. Juyá es el amo de las aguas del cielo, simboliza la vida que renace, la fecundidad; vinculado a los cultivos y la cría de ganado, hace germinar las semillas y reverdecer el pasto. Es lo masculino, único, móvil como las lluvias torrenciales que todos los años inundan las tierras indígenas, como hombre polígamo que visita a sus esposas diseminadas por un ancho territorio. Es también el amo de la caza. Su arma infalible es el relámpago.
Por su parte Pulowi es soberana de las profundidades donde dominan los animales salvajes y las plantas silvestres, como una Artemisa, señora de las bestias salvajes, Pulowi se asocia a la muerte, la sequía y la oscuridad, también lleva en silencio sus propias penas. Los sitios donde Pulowi habita están en los huecos de la tierra y las cuevas; y estas son entradas al inframundo, el pasadizo entre el mundo de los vivos y el mundo de las “sombras de los muertos”. Ellos evitan estos sitios para no contraer enfermedades o desaparecer para siempre. Allí habita Pulowi, en el inconsciente colectivo, el ánima mundi de los wayúu.
Kalamantuunay y sus hijos son Pulowi, pues la Madre de los Espantos y los Hombres Tigres están asociados con la muerte, con lo reptil, con lo oscuro y lo subterráneo. Según los relatos examinados, Pulowi era adúltera, ya que estando casada con Juyá, no le era enteramente fiel; y, aunque no se dice nada de Kalamantuunay, puede observarse que sus descendientes eran un producto con características híbridas, que compartían solo el aspecto felino de su madre. Wayuu muusa (el hombre-gato) corporalmente era un humano con rasgos de gato pequeño; Wayuu unal (el hombre-onza), un humano con rasgos de gato grande; Wayuu wasashi (el hombre-puma), un humano con la apariencia de un mamífero carnívoro de pelo suave y bermejo; Kotchira kalaira (el ave-tigre), un felino carnicero de piel rayada, que, además, poseía plumas y pico córneo; Wayuu kü’yüyü  (el hombre-ave), era un humano con plumas y  con pico; Wayuu epey’l (el hombre-león), un humano con melena amarilla y rojiza, poseedor de unas garras fuertes; Kalaira josü (el hombre-tigre-oso), un humano carnicero y herbívoro, de espeso pelaje, patas gruesas y uñas en forma de gancho; Wayuu kuli’rapata (el hombre-tigre), un humano con rasgos  felinos y piel rayada; y finalmente, Kalaira marü’la (el tigre-espanto), un felino oscuro y de piel rayada.
Carlos de Moya
Pulowi por Carlos de Moya
Será producto de las infidelidades de su esposo, o que ella misma es en esencia infiel; Pulowi adquiere formas diversas y como mujer seductora atrae y hace desaparecer a los hombres más viriles, o cuando Pulowi se le aparece por la noche al que se encuentra perdido, bajo la apariencia de una serpiente se lo traga y lo desaparece. Ella devora sobre todo a los buenos cazadores de venados porque es la dueña de la presa. Se alimenta de la sangre de los indios. Es una devoradora. Comparando estos aspectos con diosas de la mitología griega correspondería a Afrodita y Artemisa en los aspectos oscuros y seductores de atrapar y matar a su presa. A los hombres arrastra a su mundo subterráneo para poseerlos, ejerciendo una irresistible atracción o seducción sobre ellos, ejerciendo un poder absoluto, excluyéndolos del mundo de los vivos.
A su sexo está ligada una potencia funesta ya que una sola mirada provoca la muerte, como la Gorgona, la Medusa que el mirarla de frente petrifica.
Manna (el abrojo), era una especie de hierba que los Hombres Tigres devoraron y excretaron: “Por su parte los residuos de Manna fueron expulsaos por los Tigres a su debido tiempo (…) Y de aquellos excrementos brotaron innumerables hierbas que al florecer de amarillo dieron origen al abrojo” (Paz Ipuana, 1973). Muchas plantas producen un efecto diurético y muchos animales, herbívoros y carnívoros,  suelen, eventualmente, consumirlas para depurar sus organismos. Simbólicamente, los Hijos del Espanto purgaron su hambre, así como sus cuerpos.
Juyá y Pulowi, dotados de virtudes opuestas y aparentemente incompatibles, son sin embargo marido y mujer. Todas las Pulowi son esposas de Juyá. Su complementariedad y sus relaciones conflictivas representan las paradojas y los movimientos del mundo natural y social: alternancia de las estaciones, tensiones conyugales, oposición entre economía y ecología, etc.
Esta pareja conforma un centro organizador, la Hestia griega del pensamiento wayúu.
Pulowi también está presente en el mar. Cuando una zona está siendo sobreexplotada, ella se aparece en sueños y advierte el peligro… si no es escuchada, puede desatar fuertes vientos para hundir embarcaciones. Paradójicamente el entierro de un muerto significa alegría, y es punto de encuentro y socialización; se reparten muchas bebidas y comidas. Un muerto significa una gota de esperanza en el desierto…
Pulowi, lo sagrado, lo sobrenatural bendijo la creación.
Pulowi es una mujer bella,
Pulowi es amiga de la lluvia,
El relámpago le tiene miedo.
Pulowi es la dama que camina
En forma de media luna.
Pulowi descompone la lancha
De los pescadores mar adentro.
Pulowi tiene su casa
Detrás del cerro en una piedra.
Pulowi es culebra de diez cabezas,
Es res con cara de persona.
La tierra de Pulowi es la imagen arquetípica de una Gran Madre quien nos pare, nos nutre y nos devora. Pulowi es La Guajira, que encierra un hechizo y hondo dramatismo. Es una personificación de la tierra.
Ese es su lugar… con ese viento que recuerda olvidos, de paisajes áridos y silentes. Pulowi es telúrica, es una fuerza misteriosa. Es fija y múltiple. Los lugares de Pulowi donde ella reside están repartidos en toda La Guajira. Todos están perfectamente localizados y tienen un nombre propio. El estrépito anormal del choque de las olas y de la resaca es señal de la presencia de Pulowi.
Es principio viviente. Es profunda, inaccesible, peligrosa y proveedora de alimentos.
Como tierra es estéril, como madre es fecunda. Su vegetación es variada, espinosa y hostil, de flores hermosas y llamativas, de pájaros y cabras y ranchos dispersos habitados por gente bella.
Lo femenino como el lugar habitable, es el espacio forjador de vida, de amor, de sabiduría. Todo espacio habitable, sea templo, hogar, ciudad o pequeños promontorios de piedra, montones de piedra, cavidades donde vive Pulowi, son el reflejo de lo femenino y la mujer puede expresar su ser a través de ellos. Lleva en su cuerpo el conocimiento, secreto de la fertilidad, el crecimiento de la vida en toda su forma y su expresión y también de la muerte. Es el vientre en el que se gestan civilizaciones.
Carlos de Moya
Pulowi por Carlos de Moya
En las creencias mágico-religiosas del wayúu es un ente sobrenatural. Aparece como la imagen de una mujer que abriga en su seno el mito, la leyenda y las tradiciones que sustentan su mundo espiritual.
Lo femenino trae al mundo las formas y las almas engendradas en sí mismas.
La persona wayúu está formada por un cuerpo, de carne y hueso y un alma. Esta es la imagen, la apariencia de los seres y las cosas. La noción de alma o de doble es extensiva a todo ser viviente e incluso a los objetos, puesto que “todo puede aparecer en los sueños”.
El alma es también lo que persiste en la memoria: es el recuerdo.
Pulowi es el ámbito del misterio, de lo desconocido y escalofriante. Se le adjudican poderes sobrenaturales. La comparamos con Hécate, diosa de la intuición. Su sabiduría procede de la experiencia, es la diosa presente en la antesala de las principales transformaciones. Es una comadrona interior cuya perspectiva nos ayuda cuando da a luz nuevos aspectos.
Puede ser la soledad del mar, la silenciosa mansión de las profundidades que habita Perséfone, donde cada poderoso emisario es un portador de males, son los Wanülüü, deidad maléfica por excelencia. Estos asumen una apariencia humana: wayúu vestidos de negro con ropa abigarrada, lanzan en la noche sus flechas invisibles, matan o hieren gravemente a los humanos, los enferman.
Pulowi es esencialmente la que da la muerte. Es dueña del inframundo, como Hécate que está en el umbral de las puertas que separa el mundo de los vivos del inframundo y se vincula con la muerte, con el universo de los espectros.
Los sitios de Pulowi están ligados a la muerte. Es allí donde van los espíritus de los chamanes para sustraer las almas de sus pacientes. Se nota en Pulowi la revelación del mundo de las creencias que va desde el mito que relata orígenes primordiales hasta las concepciones rituales de la iniciación de los piaches, quienes son consejeros, terapeutas, mediadores espirituales e incluso agoreros, poseedores de ligas o contras que llevan en esencia los principios curativos de las enfermedades, la buena suerte, la riqueza, el valor, la virtud.
Por último, oigamos la voz de Pulowi:
tengo nostalgia por lo que cada día voy perdiendo: mis gentes, mis costumbres, mis tradiciones, mis virtudes y hasta mis paisajes naturales. Aún me quedan fuerzas para respirar mis vientos, oir el poema de las aves y sentir el estruendo de las tempestades revelados en una tambora de broncos sonidos al compás de la danza de mis hijos…

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