lunes, 11 de julio de 2016

Dragones, entre el mito y la leyenda

 
Todos conocemos o por lo menos así no lo muestran en las películas o series o incluso libros, como es un dragón, ese animal alado que escupe fuego por la boca, pero en realidad no sabemos si este animal existió y si fue así o forma parte de la mitología y folclore popular.
¿Porque hay tantas culturas que los nombran y ni siquiera han coincidido en el tiempo?¿Porque aparecen en casi todas las historias épicas del medievo? ¿Porque es posible encontrar también dragones en culturas tan lejanas como la asiática? ¿Existe algo de cierto o algún tipo de fundamento científico detrás de la idea de los dragones?
Remontemonos al significado del término. La palabra “dragón” procede del latín “draco” y del griego “drakon”, que significa víbora o serpiente. El mito del dragón es común a todas las culturas, y casi siempre ha estado asociado al mal, la destrucción y la muerte. En Mesopotamia, Tiamat era una diosa con forma de dragón que lideraba las hordas del caos en los inicios del universo.
Para los egipcios, Apohis era el dragón de la oscuridad, expulsado cada mañana por Ra, el dios sol. En la mitología eslava, el dragón era manifestación del dios Veles, señor del Mundo Subterráneo. En la mitología clásica, era un guardián de tesoros. Podemos citar como ejemplo al dragón de Ladon, protector de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides. Por su parte, los griegos y los romanos creían que los dragones poseían tal sabiduría que eran capaces de transmitir a la humanidad los misterios del mundo.
La cristiandad integró la figura del dragón en su libro sagrado, la Biblia, para referirse al mal. Al mártir cristiano conocido como San Jorge se le atribuyen, entre otras hazañas, haber librado a una ciudad pagana del dragón que la acosaba. La leyenda cuenta que como agradecimiento por su gesta, toda la ciudad se convirtió al cristianismo. En cambio, en China y Japón, el dragón es un sabio animal que representa el poder terrenal y celestial, el conocimiento, la fuerza y la suerte. Todo un emblema nacional.
De todas estas leyendas se desprenden dos tipos diferentes de dragón: el asiático y el europeo. El primero se trataba de un animal muy parecido a la serpiente, bigotudo y con pequeñas extremidades.
Sus alas estaban atrofiadas, por lo que era incapaz de volar. El dragón europeo era de un tamaño similar al Tiranosaurus Rex, caminaba a cuatro patas, podía volar y escupir fuego. Sus dientes podían medir más de 40 cm.
A lo largo de la historia se han formulado muchas teorías sobre la existencia, aunque ninguna que permita sostener una respuesta suficientemente consistente Una de las hipótesis más difundidas sostiene que los dragones fueron una variante biológica de los dinosaurios. Los criptozoólogos afirman que existieron lagartos gigantes de características similares a las atribuidas a los dragones. Para que nos entendamos, parientes de especies actuales, como el Dragón de Comodo, pero de mayor envergadura y que a pesar de lo creído pudieron tardar en extinguirse cruzandose con los humanos y generando el mito.
Existen otras teorías no científicas, algunas mantienen que los dragones fueron en realidad máquinas voladoras creadas por una cultura desconocida y avanzada.
Centrémonos en la teoría criptozoologica y en una subteoría que afirma aunar la evolución del dragón europeo y el asiático: Los dragones pudieron pasar por cuatro etapas evolutivas. Originariamente se trataría de un dragón prehistórico, descendiente de los reptiles acuáticos que habitaron los pantanos marinos hace 200.000.000 años. En un principio, se desplazaba mediante sus cuatro extremidades, no poseía alas y era incapaz de escupir fuego. Un grupo de estos ejemplares pudo desarrollar la habilidad de caminar sobre sus dos patas traseras, ante lo que las delanteras se habrían ido transformando progresivamente en alas. Nació así el dragón europeo.
El dragón asiático descendería también de los reptiles acuáticos, de los que habría heredaron su largo y sinuoso cuerpo. Como habitaban en la selva, la naturaleza les mantuvo la capacidad de nadar y sumergirse. Incapaz de volar como el europeo, sí que podían desplazarse mediante saltos gracias a su ágil y sinuoso cuerpo y al hidrógeno que, al igual que sus compañeros los europeos, acumulaban en sus vejigas. Con el paso de años años, estos animales ocuparon los bosques, dando lugar a las leyendas del dragón asiático y escandinavo.
Lo que más choca a la hora de creer científicamente esta historia es cómo un animal como el dragón europeo, cuyo peso superaba según descripciones las 15 toneladas, podía volar y como en general, los dragones europeos o asiáticos podían escupir fuego. Existen científicos expertos que han intentado desvelar estos enigmas, llegando a la solución de que poseía dos vejigas de gran tamaño, capaces de albergar una gran cantidad de hidrógeno. Las bacterias intestinales de estas criaturas ayudarían a metabolizar el hidrógeno, gas catorce veces más ligero que el aire que posibilitaría a la enorme criatura elevarse hasta las alturas. El peso se repartiría equitativamente entre sus dos alas, ancladas en cuatro puntos y no en dos como las de los pájaros. La respuesta a su cualidad incendiaria se basaría también en el hidrógeno, combustible natural. El agente catalizador que ocasionaba la chispa necesaria pudo ser el polvo de platino, ingerido mediante la masticación de rocas sedimentarias. Cuando los dragones atacaban, abrían los conductos que daban paso a las reservas de hidrógeno y escupían el fuego, cerrando al mismo tiempo los conductos que comunicaban su cavidad bucal con el estomago y los pulmones para impedir que sus órganos vitales quedaran dañados.
Suponiendo estas posibilidades, parece posible llegar a pensar que un animal como este pudiera haber existido. En cualquier caso, el mito esta ahí y perdurará durante siglos.
 

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